La novela que hará que llores y que te remplatees qué es un problema de verdad. 

Hoy os traemos una lectura recomendada que encontré en Bibliored de Galileo.

Esta novela está ambientada en los EEUU, en la Russia de Stalin, y en Alaska, donde todo cobrará sentido y el final será dulce y amargo. 

La autora sitúa la primera acción en el pasado infantil de dos de las protagonistas. Nina y Meredith, quienes viven situaciones que no van a poder entender ni siendo adultas. Buscan que su madre las quiera pero
las rechaza. Con su padre tienen una buena relación, que incluso una vez muerto intenta unir a las tres. 

Foto: Beatriz H.,Robledo

A través de esta familia formada por dos hijas, un padre americano y una madre rusa nos tratará de contar la historia que hay detrás de esa mujer que no muestra ningún cariño por sus hijas. Todo ello tiene como núcleo central un cuento. Un cuento, al parecer infantil, que su madre nunca acabó de contarlas, pero del que sabremos que todo fueron hechos que si que ocurrieron realmente, sólo que Vera, que así se llama la madre, no quiere contarlo porque cree que tiene que ser castigada por las decisiones que tomó durante la guerra.  El padre, convencido de que tiene que salir la historia, y que tras su muerte tienen que establecer la relación que nunca tuvieronn les hace prometer, que estarán unidas, y que cuidarán de su mujer, porque no lo soportara sola. En concreto se lo hace prometer a Nina, la que siempre consigue lo que quiere, la que no duda, y siempre persevera. Sin embargo, tiene un defecto, que huye, poniendo por delante su trabajo de fotoggráda trotamundos, que se busca a si misma en cada mujer retratada. AL contrario que su hermana, que ha sido siempre las reglas, y que ha hecho lo que se espera de ella; casarse, tener hijas, llevar la empresa familiar, estudiar lo que tus padres quieren, y cuidar de tu madre; a pesar de sus locuras, y su comportamiento desagradable con ella desde siempre.

La muerte del padre hará que con el paso de los meses se vuelvan a juntar las tres; que Nina se replantee lo que quiere, y que Meredith, tras pensar que todo su matrimonio ha muerto, comprenda quien es ella, y preguntarse qué quiere. 

Así vemos en esta novela tan brillante, una historia conmovedora, que nos ayuda a darnos cuenta que los problemas reales hay que hablarlos y contarlos, sin esperar a que el tiempo pase. Pues Vera podía haber contestado aquella carta del investigador con un sí, y haber encontrado lo que creía muerto durante la guerra; haber querido a sus hijas, y demostrárselo, y haber sido feliz, sin necesidad de vivir un infierno en vida, y habiéndose querida a sí misma. 

Varios son los temas que se plantean:

- Las relaciones de pareja: 

• Meredith, Nina y su padre
• Meredith, Nina y su madre
• Vera y sus hijos
• Mereith y sus hijas

• Meredith trabaja constantemente, en casa, en la oficina, buscando escapar de los problemas. Lo que le lleva a más problemas con Jeff.
• Nina que busca en su trabajo a si misma, tras las miradas del resto de las mujeres que sufren la guerra
• Vera que trabja hasta el último momento durante la guerra, salvando las obras más valiosas de la guerra porque es su forma de conseguir la cartilla de racionamiento.
• La abuela de Vera y su madre que trabajan en el horno, y tienen que robar para poder comer algo,

Beatriz H. Robledo

El poeta del metro llegó a Bibliometro 

A J. Santatecla le he descubierto gracias a Bibliometro.  Entre las sorpresas que me llevé al abrir las cajas de novedades estaban varios libros de poesía. (No suele ser este género muy actualizado en el fondo bibliográfico del servicio) Sin embargo esta vez con acierto, han optado por traernos aires frescos y a parte de @Defreds, podemos disfrutar de los versos del "poeta del metro".

Tengo que reconocer que escribo y he escrito poesía, pero que he leído poco.  Sin embargo me animo a recomendaros que leáis, compréis, regaléis, y que vengáis a nuestros módulos a llevaros en préstamo este poemario, con el que me he sentido identificada en prácticamente todos los poemas.  Me ha recordado ese momento en que empecé a escribir para descargar lo que sentía. Bellas metáforas que describen lo duro que es sentirse no correspondido. 

En el metro, así es como lo he ido leyendo, poco a poco y en dos días. Aunque la poesía es para leerla poco a poco y devorarla como un pastel de chocolate. Sin prisas, porque cuando uno lo acaba quiere repetir.

En la página 93, hasta el colofón es poesía y "Este libro terminó de escribirse la noche en que aprendí a quererme". 

El libro está dividido en varias partes lo que le hace todavía más a menos. Y qué decir de las ilustraciones, tanto de la cubierta como las del interior. 

Tampoco conocía la editorial, Ediciones Valparaiso. Un acierto sin duda, apostar por este autor. No quiero olvidarme de mencionar que es activo en redes sociales y que he podido contactar en alguna ocasión con él y que resulta una persona agradable y cercana al lector.

Beatriz H. Robledo 

Una hora más tarde había llegado ya a casa. No oí nada. No le vi venir, pues a pesar de que vivimos en un piso de menos de treinta metros cuadrados, del baño a la entrada no se escucha nada. Así me estaba yo duchando, disfrutando del agua caliente que bajaba por mi espalda, pues hacía ya un frío horroroso en Madrid cuando sentí un chorro de aire frío. No quise abrir los ojos. Solo dejarme llevar. Apenas oía cerrarse la mampara cuando ya estaba sintiendo que de repente hacía más calor, y que no era por el vapor del agua. 

Le sentía cada vez más cerca. Le estaba dando demasiado rápido a mi imaginación. Ya quería tenerle tan cerca, que todo fuera rápido. Pero me cogió las manos y la fue pasando por su cuerpo despacio. Desde sus hombros, me fue bajando por sus brazos; sus bíceps, sus tríceps y sus venas...

Dios, cómo se marcaban aquellas venas en esos antebrazos. 

No se había desnudado. Pero podía, a través de la camiseta, sentir su pecho, duro, tan fuerte que sólo podía pensar cuánto había mejorado en todo este tiempo. En cuánto me gustaba que me cogiera y me guiara. Y que aquellas manos me pararan, me susurran que me quedará quieta, tranquila. 

- Sin prisas. Hoy hay tiempo.

- Déjame hacerte yo.

Y de repente fui notando su olor más cerca. Sus dedos se habían quedado en mis labios mientras con la otra mano me cogía por la cintura y me atraía hacía sí. 

Estaba yo inclinada en la esterilla, subiendo y bajando muy despacio. Notando cómo los abdominales se contraían y empezaban a doler cuando le vi pasar. Él no me miraba. No me veía. Pude ver que la musculatura de sus brazos habían aumentado con el tiempo. Mientras colocaba la máquina para hacer lumbares las venas de su brazo se hinchaban. Y yo ya empezaba a sentir lo que haría esa noche.

Cuando conseguí volver a lo que estaba haciendo le volví a ver. Cruzando la sala para irse directo a la elíptica. De repente me sonrió. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Él estaba tranquilo, en su salsa. A su bola. Había muchos chicos en la sala escribiendo por el móvil, con sus parejas y amigas... Pero él estaba concentrado. Tanto que se olvidaba de todo lo demás. Y eso era lo que tanto me gustaba. Su poder de concentración. Su facilidad para sentir dolor en su cuerpo, para sufrir con cada movimiento. Su motivación era lo que me fascinaba. Su capacidad para madrugar, para no parar y para seguir dos horas como si nada.

Al terminar fui hasta la elíptica y le susurré algo al oído. Su espalda sudorosa me recordaba que la noche anterior había dejado algo pendiente. Aquello parecía una discoteca. Sin más le dí la espalda y me fui a cambiar. Le esperaría en casa.


Capitulo 2: Ese calor no es culpa del vapor

El precio de ganar el Premio Nobel de Literatura

Fiel a su estilo elegante y pausado Mamen Sánchez nos presenta en esta novela las consecuencias que puede tener ganar un Premio Nobel, cuando ni se busca, ni se pretende la fama por el mero echo de escribir. 

La protagonista sin duda es Estela Valiente, con la que algunos lectores podemos sentirnos identificados precisamente cuando ella muestra por activa y por pasiva, que ese "don" que se le ha concedido no quiere explotarlo económicamente; que no quiere dinero, ni que llamen a su puerta los periodistas para hacerle la mismas preguntas una y otra vez.  Solo necesita escribir todo lo que se agolpa en su cabeza.

Por eso se recluye en su casa de siempre con su hermana, quien dedica su vida a cuidarla, mientras ella terapeúticamente escribe sin pausa para no volverse loca. Por eso y porque el pasado en la cárcel por la publicación de su novela, resultó más dolorosa con el tiempo de lo que puede nadie pensar. 

Un día irrumpirá en sus vidas una periodista, Maya Millás, que querrá sacar información sobre la vida de la escritora para poder publicar una biografía autorizada. Pero acabará aliándose con otro periodista duro de roer, con más años que ella, y que lo que siempre ha buscado es chantajear a Estela y contar la verdad de su familia.

Mientras estos dos personajes buscan la fama se nos presentará a Tony Cienfugos, que es clave para las obras cumbres que había escrito Estela. Sí, digo bien. Al principio se nos hace creer que sólo escribió una y publicó una pero descubriremos que dejó algo más a los lectores. 

Me recuerda a su obra Agua del limonero, que también pude leer hace unos años en Bibliometro.  Una periodista joven y que le gusta escribir, que quiere hacerse más que un hueco, y ser reconocida profesionalmente, y con romance de por medio.  Una novela dramática pero con tonos suaves, donde no necesita de muchas descripciones para hacernos sentir sus escenas.

Sin duda hay dos imágenes con la que me quedaría: Estela en el despacho del director de la cárcel sacando punta al lápiz; y la despedida de ambos.

Por cierto, que Mamen Sánchez, es periodista y eso lo hace notar. Escribe muy fluido, y sobre todo algo que me gusta, que me hace preguntarme si Estela Valiente existe, si existen sus obras. Consigue escribir de tal forma que parece todo real, y no mera ficción. 

Aún me faltan por leer dos de sus novelas: La flor y nata, y Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión. (Así que si alguien quiere regalarme alguno no tengo problema)

Para mi, en la recomendación de este libro quizás se note que no soy nada objetivo puesto que me apasiona este género junto con la histórica. Cuando leí “El alquimista impaciente”, me pasó que descubrí un género y a un autor, y que sus libros me absorbían. 

Silva presenta una vez más a los agentes Bevilacqua y Chamorro en un libro que se centra en la ciberdelincuencia. Las últimas tecnologías y la economía virtual de los bitcoins centran la trama.  Un libro que según pone en otro artículo es el último de la saga, pero que al mismo tiempo hace de aniversario puesto que se cumplen 20 años ya del primero.

En este caso el libro se centra en Vila, el cual ve que su tiempo va pasando. Su hijo es de otra promoción nueva. Con este caso el personaje nos devuelve al Vila que empezó en el País Vasco con el terrorismo de ETA.

La novela es interesante porque a la par que pone de manifiesto el grado de conocimiento de Silva de los Cuerpos de Seguridad del Estado (es guardia civil de honor), refleja una excelente documentación para crear los ambientes y las obras. 

Con una muy buena velocidad nos bebemos un libro de 377 páginas editado en pasta blanda. Esta es otra de las características de este libro; su velocidad y la inmersión es tal que como digo te cuesta dejarlo.

Foto: A.A. Pereda

En cierto modo estas allí en la carrera por pillar a los que están siempre fuera de la ley. Desde mi punto de vista el libro perfecto para pasarte alguna que otra parada de metro, así que si vas a trabajar ve con tiempo.

Para acabar comentaros que Silva pone de manifiesto que en sus historias nada hay que envidiar a los Taylor o Williams, esos apellidos, o los departamentos habituales de asuntos internos, federales, y de inteligencia de esas historias que siempre salen en películas policíacas americanas y que de algún modo nos publicitan su enorme logística.

Por eso os recomiendo por supuesto este libro y que os sirva para descubrir el resto de la saga, que por cierto no es correlativa y se puede leer salteada. 

Recorrimos un largo camino. Los dos dirigimos sin saberlo nuestros pies, cada uno desde una punta. Y en el centro nuestras miradas se cruzaron en busca de una señal que nos diera una pista, una dirección que tomar, una salida. 

Aquella flecha parecía que me quería señalar la única dirección. O seguía adelante o hacía caso a ese maldito cuadrado que indicaba  hacia la izquierda. Mi izquierda, pues desde tu perspectiva venía a ser tu derecha. La izquierda, la derecha. Ambas, lo mismo en un mismo momento. En el ahora. Se habían fundido, igual que nuestras miradas hacía tanto. Sin dirigirme una palabra me indicaste que tomara la desviación. Y los dos seguimos; en el mismo punto tomamos el mismo camino. En el mismo instante para volver a empezar.