Recorrimos un largo camino. Los dos dirigimos sin saberlo nuestros pies, cada uno desde una punta. Y en el centro nuestras miradas se cruzaron en busca de una señal que nos diera una pista, una dirección que tomar, una salida.
Aquella flecha parecía que me quería señalar la única dirección. O seguía adelante o hacía caso a ese maldito cuadrado que indicaba hacia la izquierda. Mi izquierda, pues desde tu perspectiva venía a ser tu derecha. La izquierda, la derecha. Ambas, lo mismo en un mismo momento. En el ahora. Se habían fundido, igual que nuestras miradas hacía tanto. Sin dirigirme una palabra me indicaste que tomara la desviación. Y los dos seguimos; en el mismo punto tomamos el mismo camino. En el mismo instante para volver a empezar.
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