Hace mucho que no escribo nada. Por tiempo, por cansancio, o quizás porque las musas me hayan abandonado desde que lo hiciste tú. Tampoco me han dicho porqué se han ido. No lo entiendo. Al igual que tampoco entiendo porqué cada vez que miro a mi alrededor no veo ya nada. Nada de lo que habíamos planeado juntos se ha podido convertir en realidad. Aún así, no sé cómo, todavía siento. Siento escalofríos que recorren mi cuerpo, y una mano suave que me acaricia la espalda como cuando estábamos los dos tumbados, desnudos, sin necesidad de haber hecho nada más. Pero cuando abro los ojos, tengo miedo porque veo que estoy sola. Tiemblo, porque me he perdido. Si no fuera porque aún siento, sino fuera por tu recuerdo tampoco estaría yo.
Hemos pasado cuatro años juntos y hemos tenido problemas que hemos ido solucionando y que han hecho más fuerte nuestra relación.
Pero tu desesperación actual puede llevar a que deje mis principios aún lado. Y eso supone dar de lado cuatro, seis y hasta ocho años de duro esfuerzo y trabajo, y dar la razón a los que dicen que no hay que esforzarse.
Tiraste un muro que jamás creí que caería, pero que cayó. Te dejé tirarlo porque en el fondo sabía que era mejor para mí. Pero todo este tiempo, todas las decisiones que he postergado para que algunas ni siquiera puedan llegar a ser realidad han merecido la pena, hasta ahora. Olvidarme de sueños para ayudarte a cumplir los tuyos. Sin embargo, ahora no puedo hacerlo. No puedo desenganchar el cable que me une a esa máquina del esfuerzo tan fácilmente. Sé que no hay tiempo para tomar la decisión, y que el destino ya está escrito. Pero también sé que los sueños que no cumplí no te los echaré en cara nunca, porque no todos los conoces, y confío aún que no los sepas, y porqué fue decisión mía.
Hay tantos peros para no hacerlo, para no ayudarte esta vez. Sí sale bien será genial, tendrás más tiempo para lo demás, y no te sentirás tan agobiado. Pero, ¿te has planteado si sale mal? Si sale mal, me dirás ¿Y ahora, qué¿ Y otra vez tendré que decirte yo que hacer. No puedo decidir por ti. Sí por mí.
Decía que hay muchos peros para no hacerlo. Y un sólo pero para hacerlo, el mismo pero es la respuesta a la pregunta “¿Me quieres tanto que duele?”-“Sí. Te amo, tanto que duele”. Y duele porque quiero que todo salga bien, pero no a costa de bombardear mis principios, con un sistema de pinganillos, y cámaras ocultas.
No puedo preguntarle a nadie qué hacer. No es lo mío, preguntar a los demás para tomar una decisión. Te conozco mejor que nadie, según tus palabras, y por eso debería ser yo quien estuviese al otro lado para ayudarte, y tenderte mi voz.
Yo he estado horas, veranos y academias con lo mismo que tú. No se trata de moral, ni de ética. Se trata de una lucha que para mí tampoco ha sido fácil para llegar a lo que conoces.
Quiero seguir luchando contigo, juntos.
Tu novia
Pero tu desesperación actual puede llevar a que deje mis principios aún lado. Y eso supone dar de lado cuatro, seis y hasta ocho años de duro esfuerzo y trabajo, y dar la razón a los que dicen que no hay que esforzarse.
Tiraste un muro que jamás creí que caería, pero que cayó. Te dejé tirarlo porque en el fondo sabía que era mejor para mí. Pero todo este tiempo, todas las decisiones que he postergado para que algunas ni siquiera puedan llegar a ser realidad han merecido la pena, hasta ahora. Olvidarme de sueños para ayudarte a cumplir los tuyos. Sin embargo, ahora no puedo hacerlo. No puedo desenganchar el cable que me une a esa máquina del esfuerzo tan fácilmente. Sé que no hay tiempo para tomar la decisión, y que el destino ya está escrito. Pero también sé que los sueños que no cumplí no te los echaré en cara nunca, porque no todos los conoces, y confío aún que no los sepas, y porqué fue decisión mía.
Hay tantos peros para no hacerlo, para no ayudarte esta vez. Sí sale bien será genial, tendrás más tiempo para lo demás, y no te sentirás tan agobiado. Pero, ¿te has planteado si sale mal? Si sale mal, me dirás ¿Y ahora, qué¿ Y otra vez tendré que decirte yo que hacer. No puedo decidir por ti. Sí por mí.
Decía que hay muchos peros para no hacerlo. Y un sólo pero para hacerlo, el mismo pero es la respuesta a la pregunta “¿Me quieres tanto que duele?”-“Sí. Te amo, tanto que duele”. Y duele porque quiero que todo salga bien, pero no a costa de bombardear mis principios, con un sistema de pinganillos, y cámaras ocultas.
No puedo preguntarle a nadie qué hacer. No es lo mío, preguntar a los demás para tomar una decisión. Te conozco mejor que nadie, según tus palabras, y por eso debería ser yo quien estuviese al otro lado para ayudarte, y tenderte mi voz.
Yo he estado horas, veranos y academias con lo mismo que tú. No se trata de moral, ni de ética. Se trata de una lucha que para mí tampoco ha sido fácil para llegar a lo que conoces.
Quiero seguir luchando contigo, juntos.
Tu novia