Al coger la llamada oí una voz entrecortada: "Ven ...tu madre ha...", y un golpe seco. Cuando llegué la puerta ya estaba abierta, por lo que entré muy despacio, encendí una luz y le vi, de rodillas y con un precioso anillo y una mirada brillante en los ojos.
Publicado en Revista Leguein Leguein
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