Había una vez un niño con
remolinos dorados en la cabeza, los ojos de mil colores, y unas ganas enormes
de saltar y saltar en su cama elástica. De repente, un día sin saber por qué
empezó a dolerle mucho la pierna cuando jugaba.
Le llevaron al mecánico. Le hicieron muchas pruebas. Un día pasó por el
taller a que le arreglaran aquellas piezas que estaban rotas. Su madre le
prohibió jugar. Jugar al futbol, correr, saltar. Todo aquello que se suponía que
debía hacer un niño simplemente por ser niño. Su sueño era ser deportista
profesional. Le pusieron muletas. No podía salir a la calle. Pensó que había
nacido en el lugar equivocado, en el año equivocado, que todo lo malo le tocaba
a él. Pero aquel niño era especial, porque ya había nacido dos veces en sus
pocos años de vida. Todo parecía haberse acabado. Todo hasta que se fue
haciendo mayor. Ahora camina como si corriese y nada como si volase. Ese niño se llama Perthes.
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