Los cristales estaban en el suelo. El gato se alimentaba del surco de sangre. Las moscas no parecían molestarle y el sol con el que me había despertado me había engañado esa mañana diciendo que iba a ser un buen día. No había sabido nada durante meses. Aquel confinamiento por aquella mierda de pandemia y su negativa a estar conectado con lo que conocía habían hecho que acabara pudriéndose solo.
0 Comments